Aún recuerdo aquel día en el año 1990, cuando me llegó el comunicado de que iba a recibir el premio Mundial de la Paz en la ciudad de Memphis, con la Madre Teresa de Calcuta,  mujer por quien tenía una gran admiración. 

Durante varios días estuve preguntándome qué era lo que debía decir el día de la premiación, ya que sentía que cualquier palabra que dijera era poca, al lado de todos los hechos y acciones que ella había realizado por tantos seres necesitados en su India amada. Estuve varios días en meditación, tratando de entender cuál debía ser aquel mensaje que tocara corazones y que ayudara a que tanto ella, como yo, pudiésemos continuar con nuestra misión de llevar amor y luz al desamparado y a quien se encontraba en la oscuridad. Es así como tomé la decisión de expresar en un poema, lo que los niños que vivían en las calles debido al abandono y maltrato de sus padres y de la sociedad sentían, poema que ha sido la insignia durante muchos años de la Fundación Niños de los Andes. Desde ese encuentro mágico que tuve con esta mujer frágil pero tan amorosa, poderosa, humilde, entregada, respetuosa y afable, surgió una gran amistad entre los dos. Siempre he dicho que fuimos grandes amigos y nos volvimos uña y mugre; donde obviamente yo era el mugre. 

 

Desde ese momento, el sueño de visitar Calcuta se volvió uno de mis principales objetivos.  Cuando me encontraba en Alemania, haciendo un master en Prospección y exploración Geofísica, tuve la gran oportunidad de aprender a hacer sanación a través de la acupuntura y otras disciplinas que allí aprendí. Vi la oportunidad de escaparme a la India unos días, empaqué todas mis agujas y me dispuse a ir directamente al leprocomio de los Misioneros de la Caridad,  donde hacían un trabajo en equipo maravilloso con la Madre Teresa y su comunidad, por estos seres rechazados y olvidados por el resto del mundo. Es así como finalmente llegué a cumplir mi sueño de estar con la Madre Teresa y ver su trabajo amoroso en vivo y en directo, quien  en medio de sus bromas, que siempre realizaba, me dijo: “Papá Millo, si hay pobres en la luna, también iremos ahí y tú te encargarás de las alcantarillas”. 

Dentro de su corazón solo había amor para dar a quien encontrara en su camino, disponiendo de todo su tiempo para el beneficio de ellos, sin importar cual fuera la situación de los lugares a los que ella ayudaba de manera incondicional. Siempre estuvo dispuesta a acompañar, trabajar, dormir en estos lugares, la gran mayoría de ellos sitios totalmente humildes, que se mantenían de la caridad y de los fondos que ella gestionaba para que estas personas pudieran tener un techo y una alimentación digna. 

Aún guardo en los archivos de la Fundación Niños de los Andes una de las hermosas cartas que ella me escribió en el año de 1992, que lleva impregnada lo que yo siempre percibía y es que ella tenía una comunicación diferente con Jesús, porque cuando me hablaba de él, me hablaba como si hubieran estado juntos tomando café, hubiese recibido el mensaje directo de él, y me hubiese mandado razón con ella. Esta carta dice: “El trabajo que estás haciendo por los niños que viven en las alcantarillas de Colombia, es el trabajo de Dios. Realízalo con Jesús, por Jesús y para Jesús. Hoy Jesús vuelve una y otra vez, a través de los indeseados. Él se manifiesta a través de los hambrientos,  de los que están desnudos y de los que no tienen un techo donde refugiarse. Debemos vivir nuestra vida unidos a Jesús en la eucaristía. Espero que continúes viendo a Jesús en el disfraz angustioso de los niños de la calle y los ames y sirvas con profunda devoción. Dios te bendiga”. 

Cuando la Madre Teresa de Calcuta partió de este mundo a la eternidad, estoy seguro que ese día el cielo se vistió de gozo,  júbilo y alegría y hubo una gran celebración, porque su angelita predilecta regresó para llevar todo el amor que dio cuando estuvo entre nosotros. Su maravilloso legado, será llevado a través de los años por todos quienes la amamos y por quienes nos sentimos tocados por su infinita caridad y su gran  humildad, fe, amor y entrega. Para mí, ella fue una gran amiga que dejó una hermosa enseñanza en mi corazón y aunque no nos viéramos y compartiéramos diariamente, siempre nuestras almas estuvieron conectadas por un hilo invisible de amor y armonía, que solo lo encuentras cuando tienes un verdadero amigo.

Articulo escrito por:

Jaime Jaramillo

Más conocido como «Papá Jaime».

Creador de la Fundación Niños de los Andes, la cual ha trabajado durante más de cuatro décadas en la recuperación de cerca de 100.000 niños que han vivido en las calles y alcantarillas de Colombia.